lunes, 25 de mayo de 2009

LA VENGANZA DE LAS COQUETAS


Las odiaba. A donde mirara ellas la observaban. Su piel se estrenecía, se sentía perseguida. Posaban egocéntricas frente a su balcón. Ese que ella usaba como su refugio. La rodeaban. Estaban ahí, inmóviles, espectantes. Las sentía sobre su respiración. Y pensó: cómo hago para deshacerme de ellas. Y algo se le ocurrió, no muy rapidamente. Y así lo llamó a él para que las quitara sin remordimientos, para que las eliminara por completo, sin miedo. De a una, o todas juntas. No aguantó más y se lo ordenó, se lo suplicó. Y en una tarde él las cortó. Lentamente, las eliminó de cada espacio hasta que ya no existieran. Ella ya no las veía.
Y fue una brisa la que desplegó su aroma y miles de semillas volaron por el aire. Y después de un tiempo y sin querer, todas ellas volvieron a nacer. Eran muchas más y esta vez, estaban por todos lados. Crecieron, crecieron y crecieron. Se mostraban multitudinarias y el territorio ahora era de ellas.
Así, se vengaron las Coquetas de quien quiso que desaparecieran.

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